Ahora que ya estoy en el ecuador de mis prácticas, que por primera vez me he puesto delante de un grupo de adolescentes con todas sus hormonas flotando por el aire; que les he pedido una tarea, nada del otro mundo, una simple carta a un familiar o a un amigo y las he corregido; en este punto me he puesto a reflexionar en cómo han cambiado las cosas desde que yo dejé el instituto para irme a la universidad y cómo están nuestros futuros médicos, abogados, arquitectos…
Desde que empecé a recibir y corregir las cartas muchas cosas han pasado por mi cabeza. Ha sido… no duro, pero sí un poco frustrante darme cuenta de que mis cinco años de filología hispánica sirven para decir que “eres” del verbo ser, se escribe sin H, o que “allí” se escribe sin h, con ll, con i latina y con tilde (alguno debió poner hayí o hally, o…). Cinco años de carrera para hacer el trabajo de cualquier diccionario que se precie de serlo.
Con este panorama no creo que lleguemos a tener ningún filólogo porque según nuestro Futuro ahora nos “apollamos”; ya no soy, ni eres, ahora “soi” y “heres”; el “pos” ha sustituido al pues; aparte ya es “a parte”; no llegue, sino “llege”; al Rey se le trata de “Eh! Tío…”, se le pregunta lo de “¿ey tío qué te dijo la reina cuando te pilló las revistas porno?”; las cosas ya no son breves, son “brebes”; echar de menos, se ve mejor si es “hechar de menos”; oye se convierte en “olle”, y otras lindezas que hacen que nuestros ojos, acostumbrados a respetar a la Real Academia de la Lengua Española, lloren amargamente. Un inciso sobre esto: estas perlas que nadie se las atribuya a los inmigrantes porque son de cafres españoles. Los inmigrantes coinciden en algunas, pero además tienen las suyas como “olvidal” por olvidar, “eyar” por echar, etc.
No es muy alentador que trabajando con chichos (no voy a decir aquello de “chicos y chicas” porque creo que el genérico está para algo) de 3º de la ESO (14 – 15 años) haya que hacer incisos sobre cuándo se usan las mayúsculas y cuándo las minúsculas, o como se escriben las formas del verbo ser, o…
Como diría cualquier integrante de la Tercera Edad, en mis tiempos esto no era así. Nosotros competíamos por ser el que menos faltas de ortografía tenía, no a ver quién era el más burro; siempre había alguien en clase que daba la lata, pero con que el profesor levantase el tono o lo mandase a jefatura se calmaba unos días, ahora parece que los “niños” coleccionan amonestaciones; sabíamos cuándo se usaban las minúsculas y cuándo las mayúsculas; temíamos que el profesor llamase a casa y mientras él hablaba permanecíamos en silencio o como mucho nos escribíamos notitas, no estábamos descaradamente de tertulia mientras se explicaba la lección. Antes íbamos educados de casa, ahora el profesor tiene que educar y culturizar a los chicos que le dejan a cargo. Creo que empiezo a hacer mía la frase de mi madre “la educación se da en casa, la cultura en el colegio”.
En fin… la conclusión de hoy ha sido: “5 años de filología hispánica para esto”.
Esperemos que esto mejore.
Seguiremos informando.